Donde está el miedo, está la llave
La mayoría de las personas se esconde del miedo, por qué? Porque duele, porque es desconocido o incierto. Esta reacción instintiva nos resguarda, se preocupa de mantenernos a salvo y de asegurarse que evitemos cualquier cosa que nos saque del control que “ya hemos logrado”.
La sensación de que todo lo podemos manejar es una ilusión bastante convincente hasta que sucede algo fuera de lo previsto, nuevo o que no teníamos registro de cómo abordarlo. En ese instante, nuestro cerebro reptiliano es muy hábil porque si no has tomado la suficiente conciencia, no logras percatarte de lo que sucede y en vez de avanzar e intentarlo, retrocedes, te escapas o buscas hacerlo como lo has realizado antes.
Y no es porque quieras, es porque biológicamente estamos condicionados para reaccionar así. La buena noticia es que podemos manejarlo y setearnos de otra manera cambiando nuestros paradigmas y patrones.
Entonces? Lo primero es querer mirar más allá de lo que te sucede. Es desear conectarte con lo que el miedo te está mostrando: pena vergüenza, temor al ridículo, a la exclusión, a no ser amado, a no ser aceptado; entre otros.
Ahí está la llave que puede llevarte a ese cuarto que has evitado entrar y que te permitirá explorarte de formas nuevas, conectarte con tus heridas infantiles, con tus traumas de la adolescencia, con tus dolores de adultez. En ese espacio seguramente has acumulado muchos años de historias y pesares que decidiste en algún momento ibas a revelar.Y Ese instante no llegó hasta ahora. Entonces tienes dos alternativas: verlo y no hacer nada o hacerte cargo.
Lo primero es decidir seguir dormido, actuar desde un nivel de conciencia reducido y dejar que las circunstancias te digan hacia dónde ir. El segundo, implica hacerte responsable de ti mismo, madurar, asumir tus decisiones y conducirte hacia tus sueños de la forma en la que quieres hacerlo.
El miedo puedes descifrarlo, conocerlo y explorarlo. Es parte de tu sombra expresada y una forma visible en la que puedas reconocerlo. Si huyes, te pierdes el verlo de cerca, si lo niegas, te rechazas a ti mismo.
Por eso míralo, abrázalo y acéptalo. Al principio suena hasta absurdo y cuando lo haces se desinfla, pierde fuerza y se vuelve más manso. Entiende que sólo existe porque se lo has permitido, porque lo has excluído de ti.
Cuando sanas, puedes integrarlo y saber que está a tu servicio y que puedes usarlo a él y no al revés.
Lo puse en práctica un día en el que en un taller todos hablaban de lo bien que les había ido con un ejercicio. Para mí había sido diferente. Podía callarme y pretender que estaba de acuerdo o decir lo que mi corazón quería expresar. Mencionarlo me ponía en riesgo de “no quedar bien en público” (en realidad eso era más mi ego que yo) por varias razones: a) no pensaba lo mismo, b) estaba confundida y c) tenía una alta probabilidad de soltar el llanto (lo que no me gusta hacer en ese tipo de instancias). Entonces pasó todo lo que pensé y más. Necesitaba exponerme para sanar, soltar y comprobar que esa fantasía debía acabar ahí mismo. Quería que mi ser se expresara sin depender del qué dirán, quería entender junto con los demás qué había ocurrido. Y pude hacerlo. En ese momento no sólo descubrí cosas yo, si no que otros lo hicieron conmigo y se produjo algo diferente en el salón al revelar algo emocional que otros no se atrevían a expresar. Saltar al vacío, hizo que hubiese una conexión más profunda y que se creara una atmósfera sin cáscara.
Cuando alguien de la tribu en las que estás, suelta, deja de resistir, se atreve y rompe sus límites, se crea una sinergia que invita a que los demás abran su caparazón y liberen también esa carga que conecta en algún punto con la tuya. Por eso son tan potentes los trabajos de desarrollo personal de este tipo. Es un impulso que te da más fuerza para hacer lo que tienes que hacer.
No dejarás de temer, aprenderás a manejarlo y cuando lo hagas, te sentirás más libre y dueño de tu vida. Esta es una tarea constante ya que a medida que avanzamos y crecemos, aparecen nuevos desafíos y con ellos, nuevos miedos. Lo importante es tener ya establecida la manera en la que los conduces mejor.
Ver el miedo como un aliado es una forma de re significar lo que nos han contando sobre él y como decía una amiga, “es es un buen copiloto y debes recordar que quien está al volante eres tú”.
One Comment
Hernán Inostroza
Me encanto el post y por sobre todo el mensaje. Permitirse explorar la sombra y ver la luz que carga dentro de ella. Gracias Vero por compartir tus aprendizajes. Estaré atento a nuevos Post!!!